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miércoles, 11 de enero de 2012

Síndrome post-vacacional


Desde que tengo memoria, siempre me altero en los viajes... Siento que algo en mi cambia, que ya no voy a ser la misma. Este estado es de duración variable, y depende, entre otras cosas, de la profundidad real del cambio. No obstante creo que mis viajes han sido todos de ida, aunque los pasajes de regreso mientan al respecto...
Siento que no es estar "de vuelta" sino "de nuevo" en casa, porque algo se renueva o nace...
Hay algo en mí que no puede seguir viviendo como hasta ahora, ¿y cómo hacerlo? si tengo mil paisajes nuevos en los ojos, quince almas nuevas en la vida, diecinueve ideas de cómo estar mejor conmigo misma y tres de cómo estarlo con el planeta, siete inventos artesanales, trescientas cuarenta y ocho fotos, tres acentos regionales distintos, doscientos recuerdos y dos olvidos. Incorporé también una ampolla en el pie derecho de tanto caminar, un par de ojotas, mil sonrisas y veintiocho risas, cuatro hallazgos musicales...También, por qué no decirlo, un pedacito de piel menos en el hombro izquierdo producto de una tarde de sol y descuido, un arito muy hippie y macramé nuevo en cada oreja, una pulsera muy multicolor y ecuatoriana menos en la muñeca izquierda, tres recetas nuevas, dos huequitos en los dedos, trece sabores distintos que quisiera recordar por siempre, dos delirios nuevos y diez sueños engendrados en 5 camas distintas -más por viajera sin plata que por promiscua, no?- Pero también una nostalgia gigante y multicolor en algún lugar entre el alma y el esternón que se asoma a mi ventana, siempre invariable. En qué lugar de mi anatomía y/o geografía se supone que tiene que "acomodarse" todo eso? No entran tantos sueños en mi cama.
El tema (y aquí aparece el vacío y la angustia) es que el resto del mundo parece no enterarse de mi cambio de estado. Luego del rutinario y casi retórico: "cómo te fue?!" (con fingido entusiasmo), van a ponerme al tanto de las nefastas noticias laborales (siempre atroces), de las pocas novedades y esperanzas de cambio. Voy a acostumbrarme a la tendencia de tolerar malestares varios en la supervivencia diaria para no morir en el intento... Voy a volver a caminar por la calle sin saludar al pójimo próximo, y a tomarme el bondi con sueño acumulado.
Voy a volver a mi casa, teniendo la puta sensación de no saber donde quiero estar:
la casa sigue igual. Resulta dificil sorprenderse en el barrio, y no me pregunto ¿qué habrá detrás de esta puerta? ni ¿a dónde iré hoy?
La ropa va a quedarse quieta en la soga, muy sin mi, y los recuerdos van a volverse inmoviles, quizás por la excesiva mentalidad fotográfica que he (de)generado últimamente... Todo menos yo va a seguir igual...
"Es día de frío y llegas a casa
vienes de la tarde
cansada de un jueves
los muebles tu perro y millones de ojos
están como siempre esperando tu vuelta
en la que presientes que nada ha cambiado
te espera lo mismo, el sueño ha pasado" (Silvio, siempre Silvio).
Será como decís, que "irse" es sinónimo de "partir", y yo voy dejando pedacitos mios en cada lugar que visito y vivo... También me traigo pedacitos de mundo, de todos colores, los tengo desordenados en la cartera y en el cuerpo y eso me hace son-reir...
Habrá que enfrentar la "putina" de nuevo, aunque con la secreta y deliciosa sensación de haberme encontrado un poco más a mi misma :) . Esta libertad recientemente inagurada y ese descubrimiento suponen un desafío: que el cambio pedure en mí, aunque me quede quietita por algunos días.

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