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jueves, 29 de abril de 2010

la danza


La cola. Ya no venden maní con chocolate. El vendedor de turno ofrece beldent, o pide colaboración a criterio del público, que al parecer no tiene criterio.

El olor a teatro de nostalgia. Butacas tan esenciales, tan prácticas y funcionales que da gusto estar profundamente incómodo e inestable. Mientras más se tenga la sensación de que las piernas quedan por encima de la linea del ombligo, más en el teatro se siente uno.

La música de espera. Invariablemente ponen música de telo o de consultorio de dentista (por qué los dentistas ponen música de telo en sus consultorios? Será que la re-memoración del coito hace de la espera previa algo menos estresante?) ... (quiero creer que no es al revés, y no son los telistas los que ponen música de sala de espera de sillón del odontólogo).

Las luces que se van, y la tensión de cientos de desconocidos que contienen la respiración y el comentario. La expectativa nos une en un silencio, y de alguna forma nos hace comunes (aunque no corrientes). Ya no se escuchan las cajitas de maní con chocolate en un más allá cercano (pues, como dije antes, no hay quien las venda). Un par de toses características, y allá vamos. El ruido del telón y las luces.

Las figuras se recortan y es como un sueño. Muestra onírica, con los mismos colores y movimientos. Es como una magia que fluye entre el escenario y los cientos de unos-mismos que miran con ojos sonrientes. La música empieza a emerger y ya estamos definitiva-mente ahí, en un juego de luces y sombras que hacen que el encanto sea irreversible.

Siempre tengo la ilusión de que los artistas tienen secretos amoríos. Se miran, se tocan y se buscan de una forma tal que solo tiene precedentes en el amor. Quizás se miran con ojos de arte, aunque desconozco, pues no tengo ojos de arte.

Reconozco que, en los pasos más insinuantes, al igual que en el teatro, busco la secreta erección del hombre, o el tímido estremecimiento de la mujer, o cualquiera de los dos en plural si se trata de dos hombres o dos mujeres, para corroborar mi absurda teoría de los amoríos sobre y bajo el escenario.

El artista baila/actua/canta y el mundo no existe. Se detiene y ya nada importa.

Después de las luces y los aplausos, aparecen ahí, en el medio de las tablas, con toda su humanidad a cuestas. Con su ser persona tan evidente, que el vuelo que despliegan durante toda la escena, se funde al final con la lágrima, la risa sincera...hasta con la transpiración y la agitación del caso. Solo humanos, al final. Llorosos, risueños, transpirados, agitados, y sin erección ni estremecimiento visibles. Pucha che.

miércoles, 28 de abril de 2010

velos II




Me quedé colgada en el des-velo y todos sus derivados. A veces invento redes de palabras con forma de escalera, para subir o bajar, dependiendo de donde me encuentre.

Resulta, si lo pensamos bien (o mal o como fuere), que re-velar implica volver a velar, como si, dotando de luz a esa imagen inmovil y expectante, volviésemos a taparla, en un juego in-finito. Ilusos de nosotros, pensamos que podemos hacerla tangible y tenerla ahí, al alcance de la mano de los ojos y del alma, pero el proceso mismo de revelado, implica, justamente, todo lo contrario.

Quizás la realidad se esconda a veces, y lo que pretende es bailar una danza (también infinita), para despojarse de todo aquello que inventamos para velarla. Velo, (i) realidad se conjugan, una vez más, o una vez menos.

martes, 27 de abril de 2010

el des-velo.







Está ahí, expectante, hasta que llegue la luz para descifrarlo y emerger. Está desde siempre, desde el momento mismo en que le dimos existencia, o mejor dicho, desde que capturamos su existencia hasta hacerla tangible.


Guardando mundos infinitos o infinitos mundos, espera a salvo de in-clemencias varias.



Demasiada luz, y la imagen se pierde, se borra, se destruye. Demasiada oscuridad, y las siluetas se vuelven imperceptibles aunque podamos intuirlas. La distancia precisa, el equilibrio perfecto entre luz y sombra, para darle forma a algo que ya lo tuvo anteriormente. Velo, des-velo, re-velo. Vuelo, re y des-vuelo. Lo hago a diario, (y también a nocturno).

jueves, 15 de abril de 2010

deja vú virtual




No se si por error o acto fallido (quizás por acto erroneo o fallido error) borré mis primeras reflexiones triple doble vé. Mis primeras palabras en el mundo de la virtualidad pasaron a formar parte de virtualidades menos accesibles...


Resulta que quería conservarlas, me parecía divertido leer mis ideas a priori devenidas públicas (e im-púdicas). Empecé entonces a autobuscarme en frases, y ahí están (o ahí estoy). El "buscador" (oficio bastante particular, no?) me remite a lugares que estuvieron una vez (señal de que no lo soñeee, e e e eee), pero ya no están, ¿o siguen estando? ¿cómo definir esa existencia tan inestable e intangible, hasta diría remota?. Es como una especie de deja-vú escondido, un rincón, testigo de mis delirios primeros, inexistentes, pero al alcance de la mano.


En mi afán de controlar aquellas pequeñas cosas (como revancha de las grandes que no puedo controlar), intenté re-construirme a partir de los primeros delirios. El resultado es bastante lamentable... Resulta que las reflexiones primeras son mejores cuando son simplemente eso, y no admiten segundas vueltas. La búsqueda resultó ser como una investigación cuasi-arqueológica. Frase por frase des-enterrada de vaya uno a saber qué cosas.


De nuevo el tiempo y el espacio se deforman, rescato de un lugar que ya no existe, ideas pasadas que se imponen desde mi presente de hoy. Voilà.


lunes, 12 de abril de 2010

insomnios


El insomnio es ese "tiempo de nada" entre un mundo y otro, donde nos encontramos con todo lo que somos (y lo que no).

martes, 6 de abril de 2010

vuelos


"Saltemos, salgamos, solo subamos, hasta que alguien nos sostenga de nuevo. Sabiendo que soñamos. Soltemos la soga que suelta el cielo al suelo". Que el mundo gire como loco sin cielo arriba ni abajo. Que el cielo sea cielo, sin que sirva de referencia ni interferencia. Sino, saltemos. Saltemos esa soga, haciendo de todo un juego.

Levar anclas, desplegar velas, abrir las alas, desatar los nudos. Viajemos en barrilete, riámonos de la gravedad, la propia y la ajena. La que nos mantiene a veces allá en el fondo.

Que el alma se haga risa, y desde ahí, salte. Que suba tranco a tranco por la soga, pero que, esta vez, sea el barrilete el que nos remonte, desafiando las convencionalidades que indican que debe ser justamente al reves. Planeemos. No de planes, sino de vuelo sin velos.

Aprovechemos, miremos todo desde arriba, ya que, tarde o temprano, sabemos que volveremos a caer, para volver a levantarnos y seguir así con la ciclo-timia nuestra de cada día.

lunes, 5 de abril de 2010

montaña rusa


A hacerle honor al título, se ha dicho.
Ciclotimias. Ciclotímica por naturaleza, optimista por aprendizaje, pesimista por vicio, sensible por defecto, social por elección, comunitaria por vocación, confiable por adiestramiento, madura por "adaptación", sigilosa por supervivencia, conformista por conformismo, detallista por herencia, timida por complejos, "rebelde" por rebeldía, consumista por alienación, pacifista por convicción, mediadora por ejercicio, contra, por deporte, cómoda por costumbre, costumbrista por comodidad. Estructurada por necesidad, Inocente por inexperiencia, culpable por acorralamiento, defensora por ideología, contradictoria por que sí, y a la vez, porque no. Seductora por placer, insegura por definición, nerviosa por ansiedad, insomne por todo esto, y mucho más. Analista por profesión, vaga por desganada, soñadora por disconforme, libre por ansias, cautiva por seguridad, dañina por existencia, impotente por ignorancia, ignorante por descuido, descuidada por desatenta. Responsable por dictamen, víctima por dramatización, sobervia por discimulo, predecible por estabilidad, impredecible por cansancio, pensativa por coherencia, seria por inconformidad, bipolar por constitución (la palabra, no el lugar), adelantada por estímulo, curiosa por necesidad, autocrítica por implacable, reflexiva por composición, independiente por seguridad, dependiente por tradición...
Pasen y vean. No hay mucho más. Nisiquiera este reducido y simplón intento de describirme y entenderme, conduciéndome a causas específicamente precisadas, hace que el desorden y la confusión se aplaquen. Lo peor, es que lo sospeché desde un principio.