Está ahí, expectante, hasta que llegue la luz para descifrarlo y emerger. Está desde siempre, desde el momento mismo en que le dimos existencia, o mejor dicho, desde que capturamos su existencia hasta hacerla tangible.
Guardando mundos infinitos o infinitos mundos, espera a salvo de in-clemencias varias.
Demasiada luz, y la imagen se pierde, se borra, se destruye. Demasiada oscuridad, y las siluetas se vuelven imperceptibles aunque podamos intuirlas. La distancia precisa, el equilibrio perfecto entre luz y sombra, para darle forma a algo que ya lo tuvo anteriormente. Velo, des-velo, re-velo. Vuelo, re y des-vuelo. Lo hago a diario, (y también a nocturno).
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