Datos personales

martes, 26 de octubre de 2010

Automatismo


Hay papeles, y muchos, en mi mañana de viernes.
Después de una larga noche de jueves, de caminatas colectivas, y sótanos musicales, la madrugada me entra por los ojos y se me queda ahí todo el día... Cuesta salir a la superficie después de esos estados , y ni hablar de lo que cuesta volver a la vida real, lejos de la música, los sótanos, las fotos...
Decía que hay papeles, y muchos. Informes atrasados, notas por firmar, sumarios policiales y muchos blancos etcéteras más.
Repaso las cosas que tengo que hacer, sin poder moverme ni empezar ninguna. Me distraigo con una miga de galleta criollita, que sigo hasta que cae en el teclado. Empiezo a limpiar el teclado y me entusiasmo. Cuando los dedos ya no alcanzan, busco una lapicera para limpiar entre las teclas. A esta altura el compañero serio y formal que se esconde dentrás de la otra computadora, empieza a mirarme extrañado, aunque tiene la buena costumbre de no preguntar demasiado.
Algunas porquerías se atascan debajo de las teclas, así que doy vuelta el teclado, y empiezo a sacudirlo para que se precipiten, tal como manda la gravedad.
De pronto veo que se asoma el compañero - primero un ojo, luego la nariz, y el otro ojo- observa dos o tres segundos, y luego pausado y serio (hasta neutral, diría) dice: "por un momento tuve la sensación de que podían empezar a caer palabras"

miércoles, 20 de octubre de 2010

ocultolandia


Vistas desde afuera las puertas dicen poco. La calle en sí es peligrosa y sucia, y esa vereda sur no la salva de semejantes adjetivos. Un par de firuletes dibujados tímidamente y al azar, y un poco de mugre que no resulta nisiquiera pintoresco. No mucho más. Pero como todas esas secretas emociones que se nos tienen preparadas (¿...?), lo mejor está del otro lado. Apenas cruzar la puerta alcanza para darse cuenta de que uno ingresa a otro mundo, en otro tiempo, con otra gente.
Podemos observar a mano derecha una habitación de 3mts por 4 mts donde tres sujetos de sexo masculino y un cuarto sujeto de sexo indefinido despliegan actividades lúdicas similares a las cirsences. Se observan los siguientes elementos, a saber: monopatin rodado 25 (?) con pedales (dos) (uno de cada lado). Banderas multicolres (violetas, verdes y rojas). Un olor un tanto sospechoso sobre-vuela el lugar -se sospecha actividad ilícita en grado de tentativa-.
Si se continúa por el pasillo que corre de norte a sur, (pero en este momento no corre sino que se ha detenido), se observa otra habitación, cuya puerta permanece cerrada y que esconde sin duda alguna el misterio del universo y de sus alrededores.
En tercer lugar se llega a la cocina, habitáculo cuyos bártulos están hechos, en su mayoría, de latas en desuso cuyas características violan al menos 8 artículos del código de salubridad de los alimentos, potencialmente peligrosas de contagiar todo tipo de bicho que se le ocurra a uno (y los que no también).
Luego se llega a una galería (ahhh... la galería) y se encuentra a una especie de sensei sentado entre enredaderas... "¿así que quieren exponer acá? Bienvenidos.
El lugar es chico, pero entran muchas fotos". Una vez allí, el mundo de afuera, la calle, sus mugres y peligros quedan afuera... pero en un afuera que no solamente es espacio...
Cosas como estas te van a pasar si caminás por la ciudad de noche...(pienso y son-rio).
No es un sueño, señores, no lo es... !!! aunque eso parezca hoy, luego de tanto despertador aturdiendo mi mente y luego de tanta tarea monótona desplegándose por ahí...
Y ahora que lo pienso, por eso te escribo, mundo, para salvarte de las telas de la rutina.

miércoles, 6 de octubre de 2010

prisión interior



Nunca podremos saber bien si somos culpables o inocentes de la pena que se nos imputa. Tampoco sabemos si es que se nos imputa alguna pena, o simplemente penamos de puro humanos que somos.
Lo (in)cierto es que la prisión interior merece una reflexión esta noche de poca luna.
Es simple. Simplísimo. La prisión interior aparece cuando no podemos salir de nos-otros mismos, aunque a veces el no poder muta en no querer, y ahí la cuestión cambia, y se vuelve algo así como un auto-exilio en (y de) nosotros.
De vez en cuando se nos concede (o nos concedemos?) la libertad, por ¿buen? comportamiento. Entonces podemos mirar, decir, llorar... Salir de ese "yo" que nos invade. Salir por los orificios, los huecos, las protuberancias, las extremidades, los órganos cóncavos y los convexos, las articulaciones, los folículos, y las espinillas. Fantaseamos que somos cualquiera de las otras personas del singular y sobre todo del plural. Otras veces cambiamos y ya no somos ni singular, ni plural, ni acaso personas, somos letras, signos de puntuación, acordes, imágenes, no importa. Solo somos sin serlo.
Pero luego, ohhhhhh luego..., volvemos sobre ese yo que siempre nos espera del otro lado de todo... con la completa certeza de que el encuentro será infalible. Y ahí estamos, solamente para recordarnos que allá en el fondo siempre nos espera la celda interior, esa de la cual nadie puede ayudarnos a salir.
Y está bien que así sea. En los más terribles encierros nacieron y se gestaron (o viceversa) las más hermosas obras y las más grandes ideas.
Quizás este sea un afán por idealizar el encierro. Quizás la mayoría de la gente desconoce su cárcel interna, y anda feliz por la vida con una libertad tan de manual que, por lo menos, me da pena, aunque a veces la envidie INsanamente.
Y la verdad que ahora... no podría decir... a ciencia cierta... de qué lado... de la reja... escribo... esta noche.

viernes, 1 de octubre de 2010


Qué te pasa. Sí, sí, a vos. Qué te pasa? Me mirás desde ahí, titilando. El fondo blanco y vos provocador e insinuante me mirás. Me mirás como si supieras que voy a escribir, y luego borrar, y luego escribir, y luego borrar, porque en ninguna de esas acciones encuentro salir de este sub-mundo interno. Me caes mal, cursor, me caes mal. Hoy siento que me interrogás, que me invitás a que me frustre por no poder escribir nada, o por escribir y que de todas formas no alcance. Pero acá va. Un revés. Voy a demostrarte que puedo llenar páginas de gritosbronca, alegría, tedio, algarabía y cuanta emoción se me ocurra o me atraviese. Ahora vas a pasar a estar vos en la mira: Propongo un ejercicio. Mirar el cursor mientras uno escribe. Es como si se fuese corriendo de a poco un telón que nos va dejando ver las cosas que ya estaban escritas. Ya están ahí. Es casi hipnótico (e infinitamente estúpido, quizás). Me descubro sorprendiéndome por el fenómeno. En realidad queda al descubierto mi amplia capacidad de sorpresa, ya que lo que aparece allí es ni mas ni menos que lo que escribo. Aun no me pasó que el muy turro (el cursor) escriba algo por sus propios medios. Sería, por lo menos, muy cortazarico y escalofriante si pasara.
Miro para otro lado, y lo observo de reojo. Me voy incluso de aquí, y vuelvo rápido, para ver si hace algo distinto. ALGO!! Pero nada. Titila ahí, el muy imbécil, solo para mostrarme lo infinitamente nada que me siento hoy.