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viernes, 1 de octubre de 2010


Qué te pasa. Sí, sí, a vos. Qué te pasa? Me mirás desde ahí, titilando. El fondo blanco y vos provocador e insinuante me mirás. Me mirás como si supieras que voy a escribir, y luego borrar, y luego escribir, y luego borrar, porque en ninguna de esas acciones encuentro salir de este sub-mundo interno. Me caes mal, cursor, me caes mal. Hoy siento que me interrogás, que me invitás a que me frustre por no poder escribir nada, o por escribir y que de todas formas no alcance. Pero acá va. Un revés. Voy a demostrarte que puedo llenar páginas de gritosbronca, alegría, tedio, algarabía y cuanta emoción se me ocurra o me atraviese. Ahora vas a pasar a estar vos en la mira: Propongo un ejercicio. Mirar el cursor mientras uno escribe. Es como si se fuese corriendo de a poco un telón que nos va dejando ver las cosas que ya estaban escritas. Ya están ahí. Es casi hipnótico (e infinitamente estúpido, quizás). Me descubro sorprendiéndome por el fenómeno. En realidad queda al descubierto mi amplia capacidad de sorpresa, ya que lo que aparece allí es ni mas ni menos que lo que escribo. Aun no me pasó que el muy turro (el cursor) escriba algo por sus propios medios. Sería, por lo menos, muy cortazarico y escalofriante si pasara.
Miro para otro lado, y lo observo de reojo. Me voy incluso de aquí, y vuelvo rápido, para ver si hace algo distinto. ALGO!! Pero nada. Titila ahí, el muy imbécil, solo para mostrarme lo infinitamente nada que me siento hoy.

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