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lunes, 5 de julio de 2010

la vida ese paréntesis


"La vida, ese paréntesis..." decía Mario con su voz cansada, antes de írsenos al menos acá, que queda vaya uno a saber en qué fatalidades.

De vez en cuando fantaseo con paréntesis gigantes en la vida. Los imagino un poco acolchonados de forma que permiten recostarse ahí y fumar un pucho, mientras jugamos con las piernas en el vacío de los renglones que nos quedan por llenar.
"Cuando el no Ser queda en suspenso se abre la vida ese paréntesis." Nos decía (y sigue diciendo) Mario desde siempre, y siempre en este caso no es un tiempo sino un lugar.
Los paréntesis nos permiten deslizar en el texto todo aquello que aclara u oscurece. Generan (in)cierta complicidad, y lo que me gusta de ellos es que le dan como otro nivel a la palabra, otra existencia a ese no ser que queda en suspenso, y se desliza.
también... y por eso quizás me gustan tanto, nos mantienen a salvo del mundo que a veces se empeña en sobre-escribirnos en letras simulcop, mientras nosotros intentamos des-cribirnos (no en soledad) con refiruleteadas imprentas alguna vez improvisadas, y ahora simplemente incorporadas, pero siempre propias.
Se mezclan varias imágenes: el sueño eternamente recurrente de la montaña verde, casi de terciopelo; el cuadro de mi abuelo; un caño de esos circulares y gigantes que parecen túneles... todo eso y mucho más forman mis paréntesis. Pero también llevo paréntesis portátiles conmigo. Los guardo en el bolsillo del pantalón, y los despliego en plena rutina cuando me hacen falta, cuando es el Ser el que queda en suspenso, y es el no ser el que necesita abrirse a la vida.

(foto: Alex Escorihuela)

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