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domingo, 23 de enero de 2011

Duerme-vela


Jueves 20 de enero.

Dormí vos que podés... Que una de las dos duerma la noche.

El insomnio habitual se apoltrona, seguro en su victoria, y me vigila desde ahí. Me da estas horas-demoras de ventaja, las cuales gasto y deshojo describiéndolo, como si a fuerza de nombrarlo o enfrentarlo fuese a alejarlo (pero sé que no va a irse esta noche...).

Me atropella el recuerdo de tu nombre, flotando en el aire de la tarde. Me distraigo un rato con tu luz, con el dibujo que tu luz hace en el mundo de mi noche. Me seduce y espanta esa capacidad tan tuya de ascender los simples objetos, los habituales objetos de mi entorno, a sombras preciosas e intangibles. Me hipnotizan las siluetas que se recortan en la madera del placard semi abierto (parecen personajes de la noche que quieren entrar o salir de algún lado).


Baila tu luz y ya no pienso, solo te observo mientras no fumo un cigarrillo, aunque quisiera. El techo parece incendiarse y todo es naranja: estaría muy bien dormir un poco, antes de que la madrugada..., y el día... y todo de vuelta y no de nuevo. De vuelta, como este insomnio circular de noche a noche...


Pedacitos tuyos se apuran en caer, se amontonan, se asoman y se tiran rodando, como una lágrima o como una gota de lluvia afiebrada de enero (nunca es febrero, todavía). Sos sensible a mi aliento, sos frágil, sos fugaz.


Sé que no se va mi con tu luz mi desvelo
sé que el sueño no viene con el humo.


Dormí vos que podés, que una de las dos duerma esta noche... Yo prometo cuidarte desde esta orilla de vigilia, voy... a... cuidar... tu... sueño... en... voz... (muy baja)


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