Cerrar los ojos y la vida a los estímulos que irrumpen de alguna forma. Elegir la música que sea compatible, o por lo menos solidaria, con el estado actual.
Los intereses diarios y nocturnos se hacen un bollo cuando el mundo de verdad irrumpe en nuestra vida, siempre inventada.
Sentimiento (o sensación, más no sensatez) de pérdida de límites, de telepática intuición de sentimientos ajenos y lejanos. De hambres que nunca sentimos, de lágrimas que nunca lloramos, de broncas que nunca imaginamos, de vidas que nunca sufrimos.
El noticiero, esta luz, el cucú, la cámara, los caramelos y mi celular me parecen absurdos esta noche. Yo parezco absurda esta noche. Este blog, parece absurdo esta noche. Y lo es. Pero también es (casi) la única forma que conozco de gritar con voz muda todo eso que el mundo no quiere escuchar. Porque, como yo, vas a amargarte un rato... pero... después vas a apagar la luz con un molesto dolor en la costilla y hasta un nudo medio molestiforme en la garganta. Después vas a mirar como zombie la computadora, vas a fumar uno o dos o quizás mil cigarrillos. Y sí, vamos a desvelarnos, pero luego vamos a volver a velarnos y a dormirnos, y cuando lo hagamos -tarde o temprano- esta sensación (que es tan de mierda como necesaria e inherente a lo que somos), va a desaparecer a fuerza de procesos oníricos varios.
Mañana, si todo sale "¿bien?" no va a estar la impotencia, ni el desgarro ni el absurdo. Simplemente será viernes (o el día que se te ocurra).
Y... sí, uno no puede andar con las venas abiertas por el mundo, sangrando vidas ajenas ni propias. Una herida abierta, corre, como cualquiera sabe, riesgo de infección. El tema es que, esta noche, puntualmente, prefiero la infección a la cómoda asepsia, y si algo se duerme espero que no sea el sueño.
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